Hipatia de Alejandría, el sol eclipsado por la crueldad de su época

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“conserva celosamente tu derecho a reflexionar, porque incluso el hecho de pensar erróneamente es mejor que no pensar en lo absoluto”

-Hipatia de Alejandría (415 d.C.)

El basto conocimiento de Hipatia la llevó a ser una figura destacada dentro de la escuela de la filosofía, tuvo un fin trágico e injusto, en 415 un grupo de cristianos exaltados acabo con su vida.   

Hipatia de Alejandría es una de las mujeres filosofas más importantes de nuestra era, vivió entre los siglos IV y V cuando el cristianismo ascendía como la religión oficial del imperio desplazando al resto de tradiciones y ocupando un lugar importante en la política y la sociedad.

Hipatia se convirtió en un ícono más allá de una simple figura histórica, sus obras, sus enseñanzas y su cruel asesinato a manos de los monjes furiosos, lo que para algunos simbolizo la resurrección de un mundo clásico que se estaba extinguiendo.

La filosofía en la vida de Hipatia se remontaba el siglo IV, cuando nació Hipatia, Alejandría continuaba siendo un importante centro cultural y artístico. En su Museo y Biblioteca, establecidos por los Ptolomeos, se educaron numerosos científicos, escritores y filósofos, influyendo en el desarrollo de la escuela de Alejandría, que promovía la filosofía neoplatónica con figuras destacadas como Plotino desde el siglo III d.C.

Los inicios de la sabiduría de Hipatia

Hipatia creció inmersa en un ambiente de aprendizaje y debate intelectual desde su infancia. Su padre, Teón de Alejandría, un destacado matemático y astrónomo a cargo de la Biblioteca del Serapeo, la introdujo en la tradición científica alejandrina. Hipatia comenzó su carrera centrándose en las ciencias, colaborando con su padre en la edición de comentarios sobre obras de Ptolomeo, Euclides y la Aritmética de Diofanto, además de escribir sobre astronomía y geometría. También se dedicó a las ciencias aplicadas, siendo reconocida por la posible invención del hidrómetro, un dispositivo para destilar agua y medir la densidad de líquidos. Después de superar a su padre en el campo de las ciencias, Hipatia se dedicó a la filosofía. Posiblemente viajó a Atenas e Italia, donde pudo entrar en contacto con los círculos neoplatónicos.

Adquirió un profundo conocimiento y pronto ocupó la cátedra de filosofía en la escuela de Alejandría, donde divulgaba las enseñanzas de Platón y Aristóteles tanto a cristianos como a paganos. Sinesio, obispo de Cirene, fue uno de sus discípulos y la elogió fervientemente en varias cartas, especialmente en la última, en la que, estando enfermo y moribundo, le pidió consejo y benevolencia. El historiador cristiano Sócrates la considera la tercera figura más destacada en la historia del platonismo, después de Platón y Plotino. Además, Damascio, un filósofo pagano, la valoraba como una gran maestra.

Alejandría en el cristianismo

Las autoridades consultaban a Hipatia para diversos asuntos de la ciudad. Nobleza, artistas y pensadores acudían a su puerta, formando quizás el último círculo académico e intelectual del helenismo. Incluso el propio prefecto de la ciudad, Orestes, representante del emperador, se contaba entre sus seguidores. Sócrates la elogiaba por su aplomo y cortesía, adquiridos mediante el cultivo de su mente, lo que le permitía desenvolverse con confianza ante los magistrados y en asambleas de hombres, siendo admirada por su extraordinaria dignidad y virtud.

No obstante, hacia finales del siglo IV, Alejandría estaba lejos de ser un lugar tranquilo para la filosofía y la ciencia. La ciudad se veía envuelta en agitación debido a luchas de poder entre diferentes facciones, especialmente por conflictos religiosos entre grupos cristianos. Desde el siglo II, Alejandría había sido uno de los principales centros del cristianismo, albergando destacados teólogos como Clemente y Orígenes, y siendo la sede de la Iglesia egipcia.

Hipatia ante los conflictos

Los cristianos alejandrinos, radicales defensores de la ortodoxia, mostraron una creciente hostilidad hacia los vestigios de la cultura pagana, especialmente después de que el emperador Teodosio I decretara el fin de los cultos paganos entre 390 y 392. En 391, por influencia del obispo Teófilo, el Serapeo de Alejandría fue tomado por los cristianos y profanadas sus estatuas, mientras que los paganos que intentaron defenderlo huyeron despavoridos y sus templos fueron convertidos en iglesias.

A pesar de esto, Hipatia continuó con sus enseñanzas filosóficas hasta que, en 415, surgió una nueva crisis. Ese año, Cirilo, sucesor de su tío Teófilo como obispo y patriarca de Alejandría, entró en conflicto con el prefecto de la ciudad, Orestes. El motivo fue un debate teológico sobre la naturaleza de Cristo: mientras el patriarca de Constantinopla, Nestorio, defendía una doble naturaleza humana y divina, Cirilo y los alejandrinos sostenían el monofisismo, que afirmaba una sola naturaleza en Cristo, predominantemente divina. Sin embargo, detrás de la disputa subyacía la voluntad de Cirilo de defender la autonomía de la Iglesia egipcia frente a la capital del Imperio de Oriente.

Las injusticias que extinguieron su luz

Los disturbios estallaron cuando monjes del desierto, seguidores de Cirilo, rodearon al prefecto Orestes y lo atacaron, hiriéndolo con una piedra arrojada por un hombre llamado Amonio. Orestes, herido, informó al emperador Teodosio II sobre el incidente, pero Cirilo manipuló la situación y proclamó a Amonio como mártir de la fe, alegando que había muerto bajo tortura por negarse a renunciar a Cristo.

Los cristianos culparon a Hipatia por el conflicto que había surgido, ya que mantenía una amistad con Orestes. Y detrás de ello que el obispo Cirilo estuviera detrás de esto. Según algunas fuentes, Cirilo desarrolló un odio hacia Hipatia al ver la gran cantidad de personas que acudían a su escuela para recibir sus sabias lecciones. Su influencia social y política representaba una amenaza para él y sus seguidores. Cirilo creó un ambiente hostil hacia Hipatia y es probable que alentara a sus partidarios a eliminarla.

Hipatia es llevada a una iglesia para ser apedreada. Ilustración publicada en Le Voleur Illustre, el 7 de diciembre de 1865.

La muerte de Hipatia

Y entonces, en marzo de 415, una multitud cristiana liderada por un tal Pedro atacó a Hipatia mientras regresaba a casa, la despojaron de sus ropas y la llevaron a una iglesia cercana donde la desmembraron brutalmente. Sus restos se quemaro en Cinarion, como un acto contra un ídolo pagano.

La mayoría de las fuentes, incluidos algunos cristianos como Sócrates, condenan el crimen y la actitud de Cirilo, mientras que otros, como Juan de Nikio, justifican la postura del obispo al considerar a Hipatia como una peligrosa hechicera. La causa de su cruel asesinato, según la Suda, fue la envidia de Cirilo por su extraordinaria sabiduría, especialmente en astronomía, o según otros, por la insolencia y rebeldía de los alejandrinos.

El legado de Hipatia perduró entre los egipcios y en la tradición literaria, pero fue en el siglo XVIII, durante la Ilustración, cuando se convirtió en defensora de la razón y mártir de la filosofía. Gibbon narró con fuerza su vida en “La historia de la decadencia del Imperio romano”, y en el siglo XIX, Charles Kingsley le dedicó una famosa novela.

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Fotografía tomada en la lucha por los derechos humanos.

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